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Paciencia, ¿don o virtud? No se sabe exactamente pero si es una cualidad muy deseada últimamente el hombre junto con el mundo evoluciona y avanza cada día más, con ello viene una cadena de consecuencias buenas y malas.
Las generaciones actuales cada vez tenemos menos paciencia, queremos encontrar más rápido lo que buscamos; somos seguidores de la soluciones practicas, rápidas y fáciles ahora bien, esto no esta mal pero quizás si deberíamos en ocasiones detenernos a pensar un poco, ¿En que? ¿En quienes? En dejar un lado el egocentrismo e individualismo que suele dominarnos y en los que se pueden ver afectados a raíz de esto.
La paciencia nos lleva a poder soportar cualquier contratiempo, la necesitamos:
- Para aprender algo nuevo
- Para obtener un resultado
- Para recibir el sueldo deseado
- Para tener una respuesta
- Para escuchar
- Para entender al otro
- Para terminar un trabajo
- Para soportar una situación
- Para ser mayor
- Para ganar
- Para lograr aquello que nos proponemos...
Tener paciencia significa saber esperar, y esta es una tarea que muchos de nosotros tiene pendiente. Saber esperar significa entender que existe un proceso para obtener un resultado, y el primer paso para ello es ser consciente de que todo necesita un tiempo y tenemos que aceptar esta realidad. Evidentemente, el tiempo no es matemático, y no siempre sabemos qué magnitud puede alcanzar. Esta incertidumbre es la que verdaderamente impacienta al ser humano, así como la impotencia de perder el control y convertirse en un humilde sirviente del paso de las agujas del reloj.
Las personas nos sentimos seguras al poseer el control de cada uno de nuestros movimientos y de los de nuestro entorno, pero el control total es física y psíquicamente imposible, y por ello esta limitación provoca un exceso de inquietud a la hora de esperar y bailar al son de los contratiempos.
En las relaciones personales, esta inquietud se hace muy notoria: ser paciente a la hora de esperar una respuesta, de entender la forma de actuar del otro, de querer obtener un perdón, de poder perdonar y no guardar rencor, etc. El tiempo para todo ello es totalmente incierto y la impaciencia, muchas veces, nos traiciona.
Cuando la impaciencia se vuelve contra nosotros, es el momento de actuar e impedir que vaya en aumento. El exceso de ansiedad que puede provocar la espera mal aceptada, comúnmente se exterioriza a modo de tensión corporal, cambios de humor, insomnio, pesadillas, etc.
Para prevenir este estado, es importante cambiar de “filosofía” y aprender a autocontrolarse. Afrontar el día a día con calma y tranquilidad, ser consciente de nuestras limitaciones y saber que lo bueno se hace esperar, puede servirnos de gran ayuda. Y es que ya lo dicen: “la paciencia es la madre de la ciencia”, porque en esta vida todo cuesta.. .Las alegrías, los desengaños, los logros, las penas, descubrirlos y conocer su significado cuesta un tiempo, no podemos prescindir de él.
Así pues, tener paciencia significa afrontar la realidad con racionalidad, saber reaccionar adecuadamente ante cualquier contratiempo, pensar antes de actuar garantiza un aumento de bienestar personal a nivel físico y psíquico, y en definitiva, proporciona calidad de vida. Seamos pacientes! Obtengamos así paz en nosotros mismo y transmítela.
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